¿Habrá una edad idónea para aprender?,
¿las personas adultas estarán demasiado grandes para hacerlo?, ¿los niños serán
demasiado pequeños para conseguir este proceso?, ¿qué se necesitará pues para
que el sujeto cognoscente construya aprendizajes? Éstas, y quizá otras
preguntas más, serán resueltas en este apartado, que como su nombre lo dice, es
referente al sistema nervioso; aclaramos que nuestra finalidad no es hablar
detenidamente sobre los componentes del sistema nervioso, las estructuras y
funciones que desempeñan, nuestra tarea será explicar cómo es que esos componentes
actúan para facilitar el pensamiento, construir el aprendizaje y responder a
los estímulos en función a los saberes adquiridos.
El hombre viene con una predisposición por
aprender, siempre lo está haciendo y nunca es demasiado tarde para hacerlo; sin
embargo, creemos que hay edades más idóneas para adquirir y/o desarrollar ciertos
hábitos, habilidades y capacidades, mismas que se podrán potenciar a lo largo
del tiempo.
Del mensaje anterior podemos rescatar que
toda actividad realizada por el hombre sigue un orden, una secuencia de pasos
que permiten ir desde lo más básico, cercano, elemental y concreto, hasta lo
más general y abstracto; de igual manera, cuando nacemos, nuestro cerebro no se
encuentra desarrollado por completo, sino que sigue un camino de continuas
modificaciones que permiten facilitar
los procesos de aprendizaje, puesto que se han mantenido y mejorado las
estructuras básicas de este órgano (neuronas, sinapsis y células gliares),
razón por la cual, resulta pertinente estimularlo desde edades tempranas y
continuar haciéndolo a lo largo del tiempo puesto que si no se trabaja
permanentemente en ello, el cerebro regresa a su tamaño normal y se pierden
aquellas conexiones entre conocimientos que nos permiten responder de manera
eficaz y oportuna a los diferentes estímulos y situaciones que se nos presentan
en la vida diaria.
Aunque el sistema nervioso no está
compuesto únicamente por el cerebro, cabe mencionar que este órgano y sus
piezas básicas son los que determinan si se responde o no y de qué forma al
estímulo captado, permitiendo con ello, comprender el entorno, por lo tanto,
nuestra explicación se basará en el proceso de maduración que este sigue. Como
ya hemos dicho, cada una de las zonas o elementos del cerebro, como componentes
de una misma estructura, desempeñan funciones que han sido distribuidas de
acuerdo a las facultades y capacidades otorgadas por la naturaleza (puesto que
cada zona tiene determinada, de antemano, una tarea); por lo tanto, trabajan de
manera conjunta y contribuyendo diferentemente en la construcción de
aprendizajes.
En el ámbito educativo, y para ser más
concretos, la cuestión del numeral obtenido por los alumnos es lo que más
alarma a los padres de familia, pero, ¿por qué?, ¿será posible que ese número
diga lo que en realidad ha aprendido el estudiante?, ¿la nota representará un
referente que nos permita establecer la calidad de conocimientos que construyó
el niño?; si trasladamos estas interrogantes al postulado neurológico, que determina
que el aprendizaje se construye a medida que se establecen más y mejores
sinapsis como resultado del desarrollo cerebral, ¿qué será más importante, la
calidad de conexiones que se establecen entre los conocimientos o la cantidad?;
habrá quienes opten por alguna de las dos opciones, otros, quizá dirán que se
requiere de un equilibrio entre ambas cuestiones; veamos qué demuestran los
estudios realizados sobre este enfoque.
Al investigarse el desarrollo del cerebro se
han obtenido resultados importantes, mismos que determinan que la maduración
cerebral no se efectúa únicamente en la etapa prenatal o durante los primeros
años, sino que continúa desarrollándose a lo largo de la vida, puesto que nada
es estático y todas las estructuras cerebrales están sujetas a continuas
modificaciones graduales, paulatinas y drásticas; por lo cuál, parece
pertinente promover su maduración mediante continuos estímulos.
Aunque el aprendizaje y el pensamiento no
pueden ser localizados en un punto específico del cerebro, puesto que se
produce en muchos (“y el hipocampo parece ser un elemento básico en el proceso
de aprendizaje”), se sabe que las neuronas, que requieren de células gliares
para cumplir con sus tareas, establecen sinapsis en las que se albergan todas
aquellas experiencias, datos y conocimientos que nos permiten responder de
manera oportuna a los estímulos y por consiguiente, construir aprendizajes que
permitan un mejor desempeño en situaciones futuras; en ocasiones, se construyen
sinapsis que no son necesarias porque no responden a las necesidades actuales,
porque los conocimientos o aprendizajes carecen de aplicabilidad concreta en
nuestro entorno y son desechadas mediante una “poda sináptica”, proceso que
permite que nuestro cerebro actúe de manera más eficaz en los siguientes
escenarios. Por tanto, el aprendizaje, analizado desde esta perspectiva, es
construido de manera gradual a medida que se producen sinapsis más relevantes,
y para que esto se pueda hacer presente, se hace evidente el desarrollo del
cerebro; mientras más evolucionado y
estimulado se encuentre este órgano, mejores serán los resultados que se
obtendrán en cuanto a construcción de aprendizajes; en otras palabras, el
aprendizaje es el resultado de la calidad de sinapsis elaboradas, no de la
cantidad.
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