miércoles, 6 de marzo de 2013

Perspectiva neurológica






     ¿Habrá una edad idónea para aprender?, ¿las personas adultas estarán demasiado grandes para hacerlo?, ¿los niños serán demasiado pequeños para conseguir este proceso?, ¿qué se necesitará pues para que el sujeto cognoscente construya aprendizajes? Éstas, y quizá otras preguntas más, serán resueltas en este apartado, que como su nombre lo dice, es referente al sistema nervioso; aclaramos que nuestra finalidad no es hablar detenidamente sobre los componentes del sistema nervioso, las estructuras y funciones que desempeñan, nuestra tarea será explicar cómo es que esos componentes actúan para facilitar el pensamiento, construir el aprendizaje y responder a los estímulos en función a los saberes adquiridos.
     El hombre viene con una predisposición por aprender, siempre lo está haciendo y nunca es demasiado tarde para hacerlo; sin embargo, creemos que hay edades más idóneas para adquirir y/o desarrollar ciertos hábitos, habilidades y capacidades, mismas que se podrán potenciar a lo largo del tiempo.
     Del mensaje anterior podemos rescatar que toda actividad realizada por el hombre sigue un orden, una secuencia de pasos que permiten ir desde lo más básico, cercano, elemental y concreto, hasta lo más general y abstracto; de igual manera, cuando nacemos, nuestro cerebro no se encuentra desarrollado por completo, sino que sigue un camino de continuas modificaciones  que permiten facilitar los procesos de aprendizaje, puesto que se han mantenido y mejorado las estructuras básicas de este órgano (neuronas, sinapsis y células gliares), razón por la cual, resulta pertinente estimularlo desde edades tempranas y continuar haciéndolo a lo largo del tiempo puesto que si no se trabaja permanentemente en ello, el cerebro regresa a su tamaño normal y se pierden aquellas conexiones entre conocimientos que nos permiten responder de manera eficaz y oportuna a los diferentes estímulos y situaciones que se nos presentan en la vida diaria.
     Aunque el sistema nervioso no está compuesto únicamente por el cerebro, cabe mencionar que este órgano y sus piezas básicas son los que determinan si se responde o no y de qué forma al estímulo captado, permitiendo con ello, comprender el entorno, por lo tanto, nuestra explicación se basará en el proceso de maduración que este sigue. Como ya hemos dicho, cada una de las zonas o elementos del cerebro, como componentes de una misma estructura, desempeñan funciones que han sido distribuidas de acuerdo a las facultades y capacidades otorgadas por la naturaleza (puesto que cada zona tiene determinada, de antemano, una tarea); por lo tanto, trabajan de manera conjunta y contribuyendo diferentemente en la construcción de aprendizajes.
     En el ámbito educativo, y para ser más concretos, la cuestión del numeral obtenido por los alumnos es lo que más alarma a los padres de familia, pero, ¿por qué?, ¿será posible que ese número diga lo que en realidad ha aprendido el estudiante?, ¿la nota representará un referente que nos permita establecer la calidad de conocimientos que construyó el niño?; si trasladamos estas interrogantes al postulado neurológico, que determina que el aprendizaje se construye a medida que se establecen más y mejores sinapsis como resultado del desarrollo cerebral, ¿qué será más importante, la calidad de conexiones que se establecen entre los conocimientos o la cantidad?; habrá quienes opten por alguna de las dos opciones, otros, quizá dirán que se requiere de un equilibrio entre ambas cuestiones; veamos qué demuestran los estudios realizados sobre este enfoque.
     Al investigarse el desarrollo del cerebro se han obtenido resultados importantes, mismos que determinan que la maduración cerebral no se efectúa únicamente en la etapa prenatal o durante los primeros años, sino que continúa desarrollándose a lo largo de la vida, puesto que nada es estático y todas las estructuras cerebrales están sujetas a continuas modificaciones graduales, paulatinas y drásticas; por lo cuál, parece pertinente promover su maduración mediante continuos estímulos.
     Aunque el aprendizaje y el pensamiento no pueden ser localizados en un punto específico del cerebro, puesto que se produce en muchos (“y el hipocampo parece ser un elemento básico en el proceso de aprendizaje”), se sabe que las neuronas, que requieren de células gliares para cumplir con sus tareas, establecen sinapsis en las que se albergan todas aquellas experiencias, datos y conocimientos que nos permiten responder de manera oportuna a los estímulos y por consiguiente, construir aprendizajes que permitan un mejor desempeño en situaciones futuras; en ocasiones, se construyen sinapsis que no son necesarias porque no responden a las necesidades actuales, porque los conocimientos o aprendizajes carecen de aplicabilidad concreta en nuestro entorno y son desechadas mediante una “poda sináptica”, proceso que permite que nuestro cerebro actúe de manera más eficaz en los siguientes escenarios. Por tanto, el aprendizaje, analizado desde esta perspectiva, es construido de manera gradual a medida que se producen sinapsis más relevantes, y para que esto se pueda hacer presente, se hace evidente el desarrollo del cerebro; mientras más  evolucionado y estimulado se encuentre este órgano, mejores serán los resultados que se obtendrán en cuanto a construcción de aprendizajes; en otras palabras, el aprendizaje es el resultado de la calidad de sinapsis elaboradas, no de la cantidad.

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