Al escuchar la palabra biológico quizá lo
primero que se viene a nuestra mente son todas aquellas cuestiones alusivas a
la vida, por poner algunos ejemplos: desarrollo prenatal, carga genética,
influencias del ambiente sobre el nuevo ser o incorporación del individuo en su
medio. Puede ser que se haya pensado en otros aspectos que no fueron
mencionados, sin embargo, creemos que todos relacionamos o determinamos que
este término es sinónimo de genética, lo que nos lleva a recordar o a poner de
manifiesto que todo es heredado, que al igual que los genes determinan si el
individuo será del sexo masculino o femenino, el color de piel que tendrá, la
estatura y complexión que presentará, etc., estos juegan un papel importante en
el desarrollo de la inteligencia.
Sin duda alguna, la genética ocupa un
papel trascendental en la capacidad para construir aprendizajes relevantes y
aplicarlos, en función a las necesidades y características del contexto, para
mejorar su realidad, pero, ¿será posible que solo este factor desempeñe un
papel crucial en la capacidad de los individuos para aprender y mejorar su
entorno?, ¿podremos suponer que el ambiente es indispensable para adquirir o
potenciar las capacidades?, ¿se contradecirá una postura con la otra?, es
decir, la genetista, que dice que todo es heredado, con la ambientalista, que
determina que las capacidades son adquiridas; ¿cuál postulado ejercerá un mayor
impacto?, ¿será que se complementa uno con otro?
Al decir que todo es heredado “podemos
suponer” que las personas nacen con capacidades sobresalientes o no, y que
muchas actividades, incluso instrucciones formales, como las proporcionadas en
las escuelas, estarían de más. Podemos adaptar lo comentado al siguiente dicho
popular: “el que nace para tamal, del cielo le caen las hojas”, es decir, que
desde que se está desarrollando un nuevo individuo en el útero de la mujer, se
están determinando las capacidades que este nuevo ser presentará, que esa
persona manifestará una predisposición por aprender, como resultado de ese don
innato y que no hay nada que se pueda hacer contra ello, porque ya viene
beneficiado, o en su defecto, perjudicado por esa carga genética; en otras
palabras, el que no viene marcado con una carga genética positiva hacia el
aprendizaje, de muy poco le servirá recibir las mejores instrucciones, porque
pretender que estas personas obtengan rendimientos o resultados sobresalientes
sin tener las condiciones o fundamentos esenciales para ello, será inútil e
implicará una pérdida de tiempo, ya que no se le puede pedir al manzano que dé
peras; ¿será posible esto?, ¿será correcta la suposición que hacemos en primer
instancia sobre este postulado?, ¿realmente estará de más la influencia del
ambiente en el desarrollo de capacidades en el individuo?
“Al que le toca, aunque se quite, y al que
no, aunque se ponga”, este dicho popular nos puede llevar nuevamente a suponer
que las capacidades y la inteligencia que un individuo presentará están
determinadas desde antes de nacer, como resultado de la biología y que el
impacto del ambiente es menor. ¿Este dicho tendrá razón o serán solamente
hipótesis las que se desprenden de él?
Estudios realizados con gemelos idénticos
y no idénticos arrojan resultados sorprendentes y determinan que la biología
juega un papel decisivo en las capacidades de las personas, incluso se
superpone al elemento que muchos considerábamos fundamental: el contexto; todo
parece indicar que el ambiente suele tener un efecto poco trascendental y que
los genes son los de toda la obligación, esto tiene fundamento y para afirmar
lo contrario hay pocas pruebas o elementos, más bien son suposiciones. Todas las
personas tenemos nuestros puntos fuertes y débiles, es decir, poseemos
capacidades pero también limitaciones, por lo tanto, nos parece conveniente
comentar que es posible encontrar a personas con altas capacidades en contextos
desfavorecidos y que no solo los hijos de padres inteligentes y preparados (con
estudio) serán los que sobresalgan y potencien sus capacidades, así que es
evidente que el ambiente desempeña un papel menos impactante en la inteligencia
que la carga genética de que se ha provisto al niño.
En resumen, este
enfoque sugiere que la inteligencia, las capacidades, las aptitudes y la
calidad de aprendizajes que se construyen están determinadas, en mayor medida, por
el factor genético, que influye en un 76%, y que el ambiente, aunque ejerza
menor impacto, resulta fundamental para el desarrollo y potenciamiento de las
capacidades del ser humano. No podemos caer en el error de decir que al adoptar
esta posición biológica como genética, la educación y la influencia del entorno
están de más, o viceversa, porque aunque una ocupe un papel más importante, la
otra también es indispensable; no hay duda de que el factor biológico juega un
papel decisivo en el desarrollo de las capacidades, pero tampoco es entendible
que el individuo no se someta a un trabajo disciplinado o que no reciba los
estímulos suficientes del medio para adquirir o mejorar ciertas competencias.
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